“Los viejos amores que no están, la ilusión de los que perdieron, todas las promesas que se van, y los que en cualquier guerra se cayeron…”, se escuchó en el Estadio Único de La Plata de la mano de Roger Waters, en un homenaje profundamente emotivo.
El británico hizo vibrar a su público, y se involucró en la causa por la identificación de los cuerpos de los soldados argentinos sin nombre que yacían en las Islas del Atlántico Sur, al agradecer un poncho que le había regalado la familia de un soldado caído en Malvinas.
Tampoco faltó un homenaje a las madres de Plaza de Mayo: “A los desaparecidos no tenemos que olvidarlos ni en nuestra cabeza ni en nuestro corazón”, dijo el músico que, a los 75 años, no se olvida de nadie y marca posición: “resistencia”.
Con una gran puesta en escena, tocó Puel Kona como banda soporte. Los mapuches mezclan su lengua originaria con el castellano, y fusionan ritmos de ska, reggae, hardcore y hip hop. El grupo también dejó su mensaje: “Seguimos exigiendo justicia para Santiago Maldonado y para Rafael Nahuel. No queremos más presos ni muertos” y Waters les dio su apoyo: “No es fácil para la gente que estaba acá antes de que lleguemos nosotros, les sacaron la tierra”.
La estética del show estuvo marcada por temas como la niñez, la pobreza, la guerra y la desigualdad, como acostumbra el británico. Su clásica remera negra y su aspecto despojado contrastaron con el brillo de las dos cantantes en los coros, las talentosas Jess Wolfe y Holly Laessig (del grupo Lucius).
Acompañaron al músico tambieén Joey Waronker, en batería; Gus Seyffert, en bajo; Dave Kilminster en guitarra, Drew Erickson en teclados, Ian Ritchie en saxo; Jon Carin en guitarras y coros, y Jonathan Wilson en guitarra y voz. Este último fue a quien Waters presentó como “el Señor Paz y Amor”.