El café notable que estrena un mural en homenajea a su vecino más famoso
En una Buenos Aires que se llena de cafés de especialidad, brunches con tostón de palta y menús fragmentados en minúsculos “platitos” para compartir, todavía quedan lugares que resisten la foodificación masiva de la oferta.
Frente al avance de esa “gentrificación” gastronómica, el mítico Café de García —fundado en 1927 en la esquina de Sanabria y Varela, en Villa Devoto— sigue reinventándose sin perder su identidad. Pronto a cumplir un siglo y tras una cuidadosa puesta en valor en 2024, ahora suma un nuevo capítulo en su historia: la inauguración de su terraza en esta primavera, un espacio al aire libre con barra propia, mesas y un mural en homenaje a Diego Maradona, vecino ilustre y cliente histórico, pintado por el artista Francisco Ottogalli.
Todo empezó en 1927, cuando el asturiano Metodio García y su esposa, Carolina Urbina, hija de inmigrantes italianos, alquilaron el local donde antes había funcionado una farmacia, entonces clausurada luego de que una receta mal elaborada le costara la vida a un bebé. En esa esquina modesta abrieron un café que pronto se volvió un punto de encuentro en un barrio que crecía ordenado y a ritmo seguro de la mano de su mentor, el empresario italiano Antonio Devoto. Diez años más tarde, los García se mudaron a la propiedad, una construcción típica de principios de 1900, con planta en ochava, balaustrada, ventanas guillotina y piso en damero.
Durante décadas fue destino obligado para vecinos, parroquianos y jugadores de billar. En la segunda mitad del siglo XX los hijos de los fundadores, Hugo y Rubén, tomaron la posta, ampliando la propuesta y consolidando lo que sería el ADN del café: las célebres picadas caseras.

En 2022, tras la muerte de su hermano Rubén y luego de la pérdida de su hijo, Hugo García decidió vender el fondo de comercio. No quería que la esquina terminara convertida en una torre de departamentos ni en un local de cadena. Eligió al Grupo Los Notables, especialistas en rescatar bares históricos de Buenos Aires. La decisión también estuvo atravesada por un lazo simbólico: algunos de los nuevos propietarios, como los García, son descendientes de asturianos. “Cuando nos interesamos por el lugar pesó mucho esa conexión con nuestra propia historia. Y también el deseo de los vecinos: nadie quería que el Café de García desapareciera. Hoy tratamos de sostener lo mismo que hacían ellos, con menús tradicionales y precios accesibles, en un espacio renovado pero fiel a sí mismo”, cuenta Francisco socio y encargado.
Un año en obra y el bar reabrió en enero de 2024. La restauración preservó los elementos distintivos del espacio como la barra de madera, el piso y la antigua caja registradora, entre otros detalles, pero se demolieron las habitaciones donde habían vivido los fundadores y ahora en ese sector funciona una cocina moderna donde se elaboran a la vista las picadas. Los baños se trasladaron al piso superior y se acondicionó la terraza para colocar mesas por primera vez en la historia del lugar. También está la puerta de doble hoja, réplica de la original, hecha por el carpintero de la Basílica de Luján, y las ventanas guillotina siguen abriéndose en verano para dejar pasar el aire fresco y el perfume de la glicina que lleva décadas creciendo en una maceta junto al buzón rojo de la vereda.
El ritual de la picada
El Café de García se hizo célebre por sus picadas abundantes. Nada de tablas minimalistas de queso y salame: entonces traían buñuelos de pescado, cazuela de calamares, salchichas acarameladas y otras delicias conservas elaboradas en la casa. Decían que en total eran casi 30 platitos. También había strudel y una tarta de ricota basada en una receta que están tratando de repetir. Durante años se servía solo jueves, viernes y sábados por la noche; hoy se ofrece todos los días de 8 a 1, cuando el bar cierra.
“Seguimos con la picada de Hugo y Rubén: más de diez platos fríos, después los calientes, y al final servimos pan dulce con sidra tirada. Todo aggiornado a los tiempos, pero con generosidad y el mismo espíritu”, explica Francisco. La carta también rinde homenajes a sus personajes más célebres: ojo de bife “El Ojo de Diego Armando”, ensalada “Metodio y Carolina”, entraña “Devoto”. “Lo que hacemos es cocina tradicional bien hecha, con productos que remiten a nuestras raíces españolas: tortilla, jamón crudo con largas horas de maduración, fabada asturiana en invierno. Es lo que siempre caracterizó al café, sin ceder a modas pasajeras”, resume Francisco.
Objetos, memorias y anécdotas
Además de gastronomía el café sumó una oferta de actividades culturales que se mantiene todo el año. Sus paredes siguen siendo un gabinete de curiosidades y objetos que cuentan la historia del barrio y la ciudad: entre sus tesoros hubo una partitura del tango Nostalgias dedicada por Enrique Cadícamo, un menú original del legendario cabaret Tabarís, restos de cerámicas de la casa donde vivió Antonio Devoto, un perchero del Café París del barrio La Boca y hasta una araña del Teatro Nacional, recuerdan las crónicas.
Cuando se hizo la restauración algunas piezas pasaron a los herederos de los García, pero muchas otras siguen formando parte de su esencia, aunque su patrimonio más importante es Oscar Galarza, el mozo que lleva 25 años de servicio.
Declarado Bar Notable y sitio de interés cultural desde 1999, esta primavera el Café de García inaugura su terraza confirmando que la tradición es presente y que más importante que seguir las tendencias es ofrecer una experiencia en la que sentirse parte de un barrio.
Fuente: La Nación